viernes, 20 de julio de 2012

Hay una herida oscura
dentro de mi.

Todos los cristales
de pronto se rompieron
y se ha muerto en el aire
la voz de las campanas.

La vida arrecia 
inexorablemente
y ya para todo
es demasiado tarde.

En el escaso tiempo
de buscar un espejo,
solo queda, la sombra
cansada de los ojos.

Acaso por efecto
de un milagro distinto,
la quiera todavía
con cierto desencanto.

Pero ya todo duele
y es la hora del llanto.
Del más amargo
y desolado llanto.

                                  
                                   1985

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